05 septiembre 2006

¿Cerrado por vacaciones?

UNA HISTORIA QUE LE PASÓ A UN AMIGO

Tener cuarenta años le parecía peor que estar en cuarentena: perdía pelo, le salían canas, le dolía la espalda y le jodían poco. Chico, ya estás para jubilarte. O mejor: estás para realizar el gran viaje. Con gran determinación, se dirigió a la agencia de viajes habitual (El Corte Inglés) y reservó un billete para Suiza, con alojamiento de lujo. Turismo gerontológico, había un paquete con esa denominación, y costaba más barato porque no incluía billete de regreso.

"Hay que joderse", exclamó mientras le pinchaban la inyección letal. Minutos antes le habían ofrecido un último deseo y él no dudó: "Quiero apretar el culo una vez más, Pilates me ha dado muchas satisfacciones, quiero dedicarle mi último momento”. Pero con el canguelo de la muerte inminente, se le escapó la mierda al apretar el culo. "Hay que joderse". Pero no había vuelta atrás, el médico le había clavado la aguja...

UN CONSEJO PARA SOBREVIR AL CALOR

Si usted no posee una vivienda dotada con aire acondicionado, considere la opción de pasar el día en uno de esos fastuosos centros comerciales. Son pequeñas ciudades, cosmopolitas y alegres, con pasillos infinitamente más amplios que los que usted podría disfrutar en su cuevecita privada. Para no aburrirse, adquiera la práctica de pasear largamente por los bulevares, curioseando con aprobación los escaparates de todo orden pero dedicando doble ración de tiempo a los maniquíes con lencería de mujer. Pasada la sobremesa, puede entablar conversación con las dependientas: interésese por los productos, averigüe precios y disponibilidad de tallas. Al atardecer, entréguese con voluptuosidad a las compras. Derroche su nómina y hágase con toda suerte de prendas para vestir, equipos electrónicos y alguna lechuga (porque las lechugas transmiten su felicidad innata). Gaste todo. Al llegar a casa se habrá dado cuenta de que no tiene dinero para comida en lo que resta de mes. No se preocupe.

Si no puede conciliar el sueño, si usted tiene la sensación de estar acostado sobre una plancha industrial de restaurante, compartiendo lecho con un choco gelatinoso, considere la opción de dirigirse al garaje con las llaves del coche en la mano. Llévese una colchoneta y déjala en el suelo, justo bajo la puerta del conductor. Introdúzcase dentro, arranque y deje en punto muerto, al ralentí. Conecte el aire acondicionado, abata el asiento y tiéndase a dormir frescamente toda la noche.

Al amanecer, incorpórese. Usted se siente plácido y feliz por haber superado el calor y alcanzado el sueño. Abra la puerta del coche, bájese. Los gases del escape le habrán envenenado en apenas un par de segundos. Usted se desplomará elegantemente sobre la colchoneta y dejará un cadáver hermoso para que el forense lo examine profesionalmente. ¡Felicidades! Usted resolvió el problema del calor de manera definitiva y, además, superó el contratiempo menor de no disponer de dinero para comida el resto del mes. Su misión ha concluido. Doraemon le espera en la Gloria Azul.

PS: Estoy de vacaciones. Sr. Soltero de Oro: no se piense que he seguido su consejo. Aún falta mucho para cerrar el blog.