26 febrero 2007

El hombre sin culo




La Iglesia se ha inventado una especie de teoría para demostrar que Dios existe y que el hombre no es fruto de la evolución natural, sino de un DISEÑO INTELIGENTE: precisamente de ese Dios. Reputados investigadores han demostrado que científicamente esa teoría es más falsa que los cielos rasos de escayola. Pero a mí no me hacen faltan argumentos científicos. No tengo más que ver al hombre, tal cual es: ¿A eso le llaman diseño inteligente? ¡Menuda chapuza! Si alguien nos diseñó, lejos de hacerlo inteligentemente, lo hizo con el culo. Porque, hay que ver la cantidad de mierda que nos echó encima.

Somos todo sudor, babas, líquidos hediondos, humores sucios, pestilencias, gases. ¿Es que no había más alternativas que usar todo lo cutre y lo marrano para sustentar la vida de los seres humanos? A veces pienso que hasta algunos animales fueron diseñados mejor que nosotros. Los perros, por ejemplo, que no sudan, joder, ellos eliminan el sudor con la saliva, se la tragan: eso es bastante limpio. Y además tienen la cara cubierta de pelos, pueden envejecer sin que se les noten las arrugas, no necesitan estiramientos faciales. Los perros viejos no dan asco. Las personas viejas sí, a veces.

Todo el mundo está de acuerdo que el uso de combustibles fósiles como fuente de energía no es la más inteligente ni la más avanzada de las opciones. Ahí está la ironía de que para ir en coche de Madrid a París tenemos que quemar el muslo de un dinosaurio muerto. A eso nadie lo llamaría diseño inteligente. Eso es una marranada tóxica como la copa de un pino. Sin embargo un coche eléctrico alimentado con hidrógeno sería lo ideal (al menos hasta que se invente el tele transporte, claro).

Pues la forma que tiene el ser humano de aprovisionarse de energía es tan ridícula y cochina como la de los coches con motor de combustible fósil. Tragamos alimentos, carne muerta, materia vegetal ácida, lo que pillamos. Tenemos una boca halitosa que tritura esa basura, la metemos en un saco de ácido y babas, que luego de un rato vierte el contenido a una tripa de ocho metros donde esperan los bichos más groseros y sucios que es posible recolectar, que lo mastican todo y se tiran pedos (porque eso lo aprendí en un documental, los que se tiran los pedos son las bacterias), y te dejan toda la mierda ahí, para que la elimines como puedas. En alguna parte leí que la sustancia que más abunda en las ciudades es una mezcla a tres partes de mierda, jabón y pis.

Dicho esto, que venga la Iglesia y me explique cómo pueden llamar a esto diseño inteligente. Que no digan que somos una máquina maravillosamente complicada. Si lo inteligente no es lo complicado. Lo inteligente es lo sencillo. Y las plantas lo son. Son formas de vida, que es de lo que se trata, y sin embargo ellas son limpias. No tienen boca halitosa, ni estómago, ni tripas, ni producen mierda, ni pis, ni sudor. No apestan, sino que muchas veces exhalan las más delicadas fragancias. Reciben la luz solar, con su clorofila sintetizan glucosa, liberan oxígeno. Hala. Qué envidia. Y se mueren, se secan, con tanta dignidad. No se llenan de gusanos a los tres días, como nosotros: y es que también el diseñador inteligente ese ni siquiera nos respetó como cadáveres: nos humilló llenándonos de gusanos, convirtiéndonos en la masa podrida más nauseabunda que podría haberse diseñado: sí, diseñado.

Esto hay que solucionarlo. Ahora que por fin se ha completado el genoma, alguien debería ocuparse de hacer unos retoques para devolver la dignidad a los humanos. No podemos llamarnos libres mientras seamos esclavos de la mierda. La redención es la liberación del culo. El hombre sin culo es el diseño inteligente. Y está al alcance. Yo no pongo ni quito rey, pero que alguien ponga y quite genes, por favor.

Que nos cierren el culo a todos. Que suturen la raja, el ojete. Todo. Que vacíen las tripas y reseccionen el estómago. Hay otras formas de obtener la energía vital. En una primera fase podríamos valernos de baterías, que cada persona podría llevar en una mochilita a la espalda: elegante sería, y muy juvenil.

Pero el ideal es imitar a las plantas. Nosotros también podríamos realizar la fotosíntesis. Bastaría agrandarnos las orejas, llenarlas de cloroplastos, y captaríamos del sol la energía suficiente para movernos y pensar. Las plantas de los pies podrían ser porosas y caminaríamos descalzos para absorber minerales del suelo.

No tendríamos que luchar por el alimento, ya que la energía del sol es gratis. Por tanto, tampoco habría necesidad de trabajar. Nos pasaríamos el día haraganeando, perezosos, errando por ahí, tendidos sobre piedras, tomando el sol y copulando: justo como hacen los lagartos. Mal que les pese a algunos, esto sí que sería un diseño inteligente.

Y ya que hablamos de sexo, también tiene delito esto de unir funciones excretoras y sexuales. El sexo no tendría por qué ser tan sucio, tan lleno de babas, mucosidades, fluidos, olores. El hombre podría tener como una navajita plegable en un costado, y la mujer una hendidura en la cadera. De esta forma sería posible practicar el sexo mientras se ve una película en el cine.

Para rematar la faena, sólo nos falta una muerte digna. Nuestra muerte podría ser como la de las plantas también. El trigo se seca y es tan perfumado como en vida. Los cuerpos humanos podrían acabar sus días con una rápida deshidratación. Nos quedaríamos en la cama, primero tiesos, luego tostados, amarillos, resecos, agrietados, hechos migas. Bastaría que alguien soplara un poco y, con una escoba y un recogedor, tirar el polvillo a la basura.

Polvo eres y en polvo te convertirás: inteligente.
Ecos de sociedad: STACY MALIBÚ inaugura local de mentes. Sólo zapatillas. VISITAR A STACY MALIBÚ

19 febrero 2007

Veintiséis años después: el segundo piropo




El miércoles me pasó algo insólito y terrible
. Yo estaba frente al Palacio Insular, esperando a que el semáforo se pusiera verde: nervioso porque era justo el semáforo donde hace unos meses mataron a tres viejos. Desprevenido, pensando en cómo defendería ante la Comisión que matar gatos silvestres debe considerarse una inversión y no un gasto corriente (aunque el gato sea corriente y sin pedigrí). Y sucedió:

Un Opel Corsa gris a toda leche. Y una voz aflautada (la típica voz de zorra, pensé) gritó al aire: ¿Qué gritó? ¿Guapo? ¿Zapato? ¿Sapo?

¿Sería guapo? Miré a diestro y siniestro: estaba solo, fue a mí, no había nadie más. ¿Pero cómo es que guapo? ¿Será por esta camisa a rayas, esta chaqueta azul y este maletín de piel sintética de El Corte Inglés, 25 Euros? Yo no me veía para tanto, quizás estaba favorecido por la sombra elegante del flamboyán, o por la silueta majestuosa del edifico neoclásico. Cualquier cosa menos yo que, todo hay que decirlo, con 43 años ya no estoy en edad de gustar ni de interesar.

Pero era 14 de febrero, vaya, me di cuenta. Igual existe el uso social entre las mujeres, un uso piadoso: decir piropos a hombres que no se lo merecen para que al menos un día al año se duerman con la ilusión de que están buenos y son deseados.

Y es que a mí sólo me han dicho piropos en la carretera dos veces en la vida, y esta era la segunda. Para la primera tenemos que retroceder a 1981. Yo era el adolescente Sr. Ingle, 17 años, tal y como ven en esa foto Kodak ahora descolorida (porque los años no perdonan ni a la piel ni a los colores). Iba caminando por la carretera general, de vuelta del Instituto. Me cruzó un Rolls Royce verde claro, descapotado, con varias mujeres alborotadas, una de las cuales me gritó: ¡Tío bueno! Jeh.

Se me cortó la sangre. Me halagó. Pero se me cortó la sangre. No era esa una época en que las mujeres tuvieran ese comportamiento. Recordemos que aún en España no existía divorcio, ni aborto, muchas parejas llegaban vírgenes al matrimonio, los condones no se vendían en el supermercado, las películas X estaban prohibidas, no se follaba, se hacía el amor, y siempre por delante (las cuatro patas, para las cabras). Los chicos invitaban a las chicas a bailar, pero no a la inversa. Por tanto, era anormal que una mujer piropeara a un hombre. De aquellas mujeres que iban en el Rolls Royce yo pensé que eran putas. Pero putas de verdad. Y ahora que recapacito igual me equivoqué. Llevo todos estos años creyendo que de verdad eran putas y ahora, con mentalidad más abierta, me doy cuenta de lo ingenuo. Seguramente eran mujeres normales, cabras locas, folladoras, o sea, normales, y no putas de 60 Euros.

Pero lo que me ocurrió hace cuatro días no me halagó. Me sentí violento, agredido. Yo en aquel momento, en lo menos que pensaba era en sexo, y ella, sin embargo, lanzó al viento esa palabra tan enorme: ¡Guapo! Nada menos que guapo. ¿Qué pretendía de mí? ¿Acaso tumbarme a la sombra del flamboyán? ¿Hacerme suyo? Ahj. De verdad que me preocupé. Me dio tiempo de tomar la matrícula del coche y, en serio, pensé presentar una denuncia por acoso o algo así, ya estudiaría qué delito en concreto contra la libertad sexual.

Se lo comenté a una amiga. Necesitaba liberarme de la angustia, de esa sensación amarga de que alguien pretendiera follarme sin más, en la calle, como una perra. Mi amiga me dijo que no lo interpretara así, que lo estaba viendo del lado masculino, y que las mujeres cuando dicen un piropo (y a diferencia de los hombres) no es que estén pensando en follarte, sino en que las invites a cenar, charlar, por ejemplo.

Me tranquilicé bastante con lo que me dijo mi amiga. Esa noche dormí incluso feliz. Me puse romántico y tramé (igual que lo hacía a los veinte años) una maniobra complicada para contactar con la chica que me había piropeado desde el Opel Corsa. No le había visto la cara, no sabía si me gustaría, pero me tentó la aventura. Y tenía la matrícula del coche. Hum.

Me presenté en Tráfico y solicité los datos del propietario del coche, alegando que quería denunciarlo por un accidente. Pensé escribirle una carta pero casualmente vivía bastante cerca y me personé en su casa. Toqué a la puerta y me salió una vieja que, evidentemente, no podía ser Nerea Fernández (vamos a llamarla así), la que me había dado el San Valentín. Me hizo pasar y enseguida salió la chica, bastante joven, y no fea del todo, de cuerpo aceptable, a mí me gustó. Me costó decírselo, pero al final le declaré que yo era el del miércoles, el que ella piropeó desde el coche, en la avenida, y que bueno, había cometido la locura (que me ponía a mí por loco) de localizarla para proponerle si quería salir a cenar, charlar, esas cosas, vamos…

Nerea Fernández resultó ser todo un personaje. No parecía fina. Vulgar más bien por la forma en que se expresaba. En respuesta a mi plan sus palabras fueron claras:

-Mira, yo para comer o para hablar ya tengo compañía (y señaló a la vieja, su madre, que se había ido a la cocina). Pero si quieres follar soy limpia y estoy sana. Te lo piensas, aquí tienes mi número y me llamas cuando quieras.

Yo le dije que, bien, ejem, que muy bien, que ya si eso… Y me fui de la casa, más quebrantado de lo que me quedé cuando me gritó SAPO en la avenida el día de los enamorados. En la esquina había un contenedor de recogida selectiva de papel. Tiré allí el número de Nerea y me puse las dos manos en los bolsillos, para disimular.

15 febrero 2007

URGENTE: Se busca a la Julia Roberts de la Playa de La Tejita




El 5 de agosto de 2006 publiqué en este blog un post con el título “JULIA ROBERTS ME ABRAZÓ EN LA PLAYA DE LA TEJITA” (ver post). El asunto: la arribada de un cayuco a esta playa de Tenerife con inmigrantes que fueron socorridos por los bañistas que se volcaron espontáneamente en una tarea humanitaria que nos conmocionó a todos.

La foto que utilicé para la cabecera la tomé de EL MUNDO DIGITAL. Era una imagen que hablaba por sí sola. O mejor: a partir de ella se podían escribir muchas historias. Yo la asimilé a Julia Roberts, porque la intensidad fotográfica me remitía al cine: esa foto hablaba de una tragedia, pero también de una esperanza.

Hoy se ha puesto en contacto conmigo un periodista de la revista XL Semanal y me ha contado que el reportaje al que pertenecía esa foto (que dio la vuelta al mundo) lo realizó el fotógrafo canario ARTURO RODRÍGUEZ, de Associated Press, al que ahora le ha sido concedido un premio Worldpress Photo (que no es moco de pavo).

El periodista viene a Tenerife este fin de semana para realizar un reportaje sobre este tema, y está intentando contactar con esas personas que estaban en la playa, que atendieron a los inmigrantes y que salieron en las fotos de Arturo Fernández.

Lo curioso para mí es que cuando escribí el post apareció un comentario de una chica llamada SILVIA GARCÍA, que había sido una de las protagonistas de aquel emotivo suceso, y que conoció a la que yo bauticé como Julia Roberts, la chica de la foto.

Pero no acabó ahí el asunto. Días más tarde aparece un nuevo comentario firmado por AMELIA:

“Señor Ingle, darte las gracias por piropear la foto del tema del cayuco, porque yo soy esa “Julia Roberts” y te puedo asegurar que la foto no es algo premeditado, ni soy modelo y ni me han pagado para hacer esa foto, y decirte que me ha gustado también mucho el comentario que has hecho sobre ese tema. La verdad que fue algo impresionante. Estaba de vacaciones allí con unos amigos y de repente no nos dio tiempo a terminar la frase “es una patera”. Toda la playa fuimos corriendo para donde estaban, le dimos nuestra comida, agua, todo lo que teníamos a mano, es algo tan diferente a lo que sacan en la tele... Fue una experiencia alucinante, y la verdad, nunca pensé que TODOS tendríamos ese lado tan humano y solidario. Y como dice Silvia, que era una de las personas con las que fui a la playa, vivan los peninsulares y europeos solidarios!! Un beso a todos desde Cádiz!”

Bien, estos son los milagros de Internet. Aquí nada es anónimo y toda la información vuela. Pero este periodista necesita un milagro aún mayor: localizar a esa Silvia García, o a Amelia, la Julia Roberts de la foto, o a cualquier otra persona que ese día del cayuco de 3 de agosto de 2006 estuviera en la Playa de La Tejita, en Tenerife y pueda aportar su testimonio para el reportaje.

Sé que este blog no es medio masivo para un comunicado así. Pero tal vez Silvia, tal vez Amelia, si por casualidad conservaron el vínculo… O cualquier persona que sepa cómo llegar a alguno de los testigos: los clientes de la playa son reincidentes. Nunca se sabe. Ojalá sea posible.

Si alguien quiere contactar, que deje un comentario y ya vemos la forma. Yo tengo el teléfono del periodista, que, por cierto, también escribe un blog personal: LOS TERNEROS BICÉFALOS.

Gracias.

11 febrero 2007

Ven y podrás tocarlo todo




Verán: Yo era de esos tipos que nunca han sentido la tentación de morder una manzana. La marca Apple me parecía una extravagancia de los americanos: computadoras sin Windows es lo mismo que casas sin ventanas.

Pero igual que una novia sueña con casarse de blanco, de repente me entraron picores por hacerme con un reproductor: iPod, iPod, iPod, todo el mundo hablando de eso y yo en la inopia. Millones idolatrando el nuevo santo grial de la reproducción y yo con mi viejo walkman de 1989 sólo apto para cassettes. Lo que primero me gustó es que fuera blanco, y de ahí nació la enfermedad. Lo quería de 80 Gb, para que me cupieran mis 700 canciones y mi arrogancia, que es muy grande. Y quería también un iHome, un radio-despertador que hace de altavoces y cargador para el iPod.

¿A dónde acudir? Canarias es el tercer mundo, pensé. Cosas raras no venden. Busqué en Apple Store On Line, y sí, ahí estaba disponible el iHome, pero no para canarios, que como tenemos un sistema aduanero específico los señores de la península no quieren complicarse y deciden que aquí no llegan y se joden, vístanse con pieles de cabra y corran por los montes o vayan a sacar un pez del agua con su venablo.

Me fui a El Corte Inglés con la esperanza, que se me cortó cuando una tía antipática me dijo que de accesorios nada, que fuera a la tienda Apple. ¡Ahh!! ¿Es que hay tienda Apple en Tenerife? Y me confirmó que sí.

Investigué de nuevo en Internet. En efecto, BANANA COMPUTER, jeh, esto tiene su gracia. Su logo es una banana pelada, multicolor, con una mordida: el perfecto análogo de la manzana. Si usted tuvo la tentación de morder una manzana, por vivir en Canarias le tocó morder el banano.

Tenían página web y todo, muy completa. Allí estaban disponibles los reproductores que yo deseaba. Y además me invitaban a visitar la tienda viva, con la promesa de que “podría tocarlo todo”. Entonces se me fueron los ojos: es que salían las fotos de las empleadas, con unos vestidos azules como de papá noeles, y a partir de ahí la necesidad se hizo inaplazable: iría para tocar todo lo que me diera la gana, con dos cojones.

Esta mañana visité Banana Computer, la franquicia de Apple en Tenerife. El diseño de Apple no tiene punto de comparación. Todo es bello y minimalista. Donde otros ponen teclas y chichiriviches, ellos ponen superficies planas sólo para acariciar. Monitores que parecen esculturas. Me enamoré de un iBook a primera vista y me prometí que mi próximo ordenador sería un MacPro. Después de todo, una casa sin Windows también es admisible, a condición de que sea blanca y bonita.

Estaban los iPods colgados con letreros que te invitaban a tocarlos y probarlos y escucharlos. Localicé mi iHome y le susurré: hoy te vendrás conmigo a casa, pasaremos la noche juntos y mañana nos despertaremos con tu música. Auguro mucha felicidad compartida.

La tienda estaba llena. El prototipo de cliente de productos Apple es un señor entre cuarenta y cincuenta, no muy limpio, con camiseta negra, y friki que se huele a lo lejos. Raro. Esperé mi turno Y ENTONCES LLEGÓ ELLA. No se la imaginen, mírenla: es la que sale en la foto, la de la derecha. Esto es real, sólo la publico para que entiendan por qué me enamoré.

Tenía que decirle: “Quiero un reproductor”, pero cuando se paró delante de mí la criatura banana, hum, no acerté con la frase, y lo que me salió del alma fue esto:
-Quiero reproducirme.

Nerea no dejó de sonreírme, ya saben, el cliente es lo primero, y en BANANA COMPUTER se puede tocar todo lo que uno quiera. Sin embargo me contestó:

-El problema es que lo tengo negro, y tú lo quieres blanco ¿no es eso? En ese caso no querrás reproducirte conmigo porque lo tengo negro y tú lo quieres blanco y sólo blanco.

Pero le acepté el iHome, y le dije que el iPod lo podía conseguir en otro lado. Ella me facturó entre sonrisas. Me pidió mis datos para hacerme una ficha y enseguida me tuteó con mi nombre de pila. Insistió en que le diera también el móvil, estoy convencido de que ella no renuncia a reproducirse conmigo, aunque lo tenga negro y yo lo quiera blanco. Me ofreció que podía llamarla, “para cualquier cosa que quisiera”, y me apuntó su nombre a mano en la tarjeta, con la advertencia de había dos chicas pero ella era Nerea. Nunca me habían tratado tan bien en una tienda. El arrogante Ingle es especialista en armar aspavientos en los comercios cuando le engañan. Pero Nerea fue solícita y se desvivió por mí.

Lamentablemente tuve que ir a por el iPod a una tienda de indios. Hablo de indios de la India, o sea, indios de verdad, no de los de taparrabos y plumas, que sólo valen para hacer películas del oeste. Viven aquí desde hace años, con sus bazares de electrónica. Son feos y oscuros, y no lo digo porque yo sea racista, los racistas son ellos, que no se integran. No dejan que sus hijas se casen con nosotros, ni permiten que sus hijos follen a nuestras hijas. Me atendió un indio de unos cincuenta años. Le pregunté si lo tenía blanco, y él me dijo que sí, que si quería reproducirme con él. Mi color rojo de ira superó a su color sucio tiznado: le contesté que yo lo que quería era el reproductor, y que mariconadas las justas.

Y bien. Ya estoy en casa. Tengo mis dos reproductores blancos. Escribo mientras escucho. Los diseñadores de Apple son inteligentes. Todo es lógico y sencillo. No hacen falta instrucciones. Ya tengo satisfechos casi todos mis deseos.

Mañana me despertará el iHome. Pero ¿saben qué? Voy a llamar a Nerea. Voy a decirle que no puedo olvidarla, y que aunque ella lo tenga negro y yo lo prefiera blanco, de todas formas voy a querer reproducirme con ella. Mírenla en la foto: Ustedes pueden entenderlo, ¿verdad?


PD: Sr. Mantel, no vaya a decir que es la mujer más fea que ha visto en su vida, que ya le conozco. Acérquese a saludarla un día: le queda cerca de su oficina.

02 febrero 2007

El misterio de las mujeres rana









Hace una semana la Señorita Watermelon me invitaba en FOTOLOG a confesar ocho hábitos extraños. Uno de ellos fue éste: “La mayor parte de las mujeres que miro están aferradas a una piedra haciendo la rana”.


Ante la enorme cantidad de mensajes recibidos en esta redacción solicitando que explique el fenómeno, y también para cortar por lo sano las calenturientas habladurías que se están propagando al respecto, deseo emitir este comunicado:


1. Me declaro víctima, y no agresor, de las mujeres rana.

2. Ellas han entrado en mi vida, yo no las llamé.

3. La responsabilidad incumbe al Ayuntamiento: para cualquier reclamación… ya saben.


Todo comenzó hace unos cuatro años. Hasta entonces las ventanas de mi casa disponían de una privilegiada visión del azul del cielo. Un buen día llegaron unos obreros y colocaron un armazón de acero. Expectación. Lo forraron con tela. Le inyectaron hormigón, chorro de arena. Lo pintaron con textura de roca. ¿Qué clase de escultura era eso?


Me sentí indignado. Qué suerte perra. Yo disponía de mi pedacito de cielo y ellos me tapan la vista con un pedrusco de 15 metros de alto que, como obra de arte, resulta dudosa.


Pero mire Vuesa Merced, que no es escultura gigante, sino instalación deportiva, aquello contra lo que usted blasfema. Era un rocódromo. O sea, una roca artificial para practicar la escalada.


Las primeras mujeres rana no tardaron en aparecer. Esas chicas de culitos pompones, caderas curvas y cintura modelada, preparan sus correajes, sus cuerdas, y se aferran a la roca como si en ella estuviese la salvación. Suben y suben, haciendo y deshaciendo la figura de la rana. Paran, respiran: se quedan largos minutos cogidas a la roca como insectos. Mientras tanto, allá abajo, media docena de muchachos observan melancólicos el ascenso de la mujer rana: un filamento de baba se les descuelga de sus labios lepóridos.


Una imagen vale más que mil palabras. Yo qué quieren que les cuente. Juzguen ustedes. Estas tres fotos fueron tomadas de urgencia. Son reales. En verano las chicas rana usan prendas más provocadoras (un top blanco, un short naranja, piernas al aire). Sin embargo es una regla invariable que vistan algún pantalón de tejido elástico. Poca diferencia entre eso y la desnudez más impúdica. Los melocotones del culo saltan a la vista. Al hacer la rana las nalgas se desprenden del resto del cuerpo y viajan hasta tus ojos.


Y este es el paisaje que ahora disfruto desde mi ventana. Ya no echo de menos el cielo azul. El cielo de las mujeres rana me parece insuperable. Sólo necesito eso: la ventana, los prismáticos, la cámara. Ellas no faltan nunca. Por cierto, estas fotos las tomé sin permiso. Si alguna mujer rana que eventualmente pueda visitar este blog reconoce su culo, le pido perdón y le doy las gracias. Ninguna mujer rana sufrió daños durante la filmación: los pensamientos sucios son inócuos.


Hace poco se realizó un estudio sobre la salud de los habitantes que viven en las inmediaciones del rocódromo. Las estadísticas reflejaron algunos datos curiosos:


-En los sujetos varones de más de cuarenta años se registró una incidencia superior en un veinte por ciento a la media de los casos de priapismo crónico (también conocido como "Síndrome de la Iguana Mozart" ).


-Se detectó un anormal incremento del lesbianismo entre mujeres que hasta entonces habían disfrutado con plenitud del placer de la zanahoria.


-Incontables maricones convencidos desearon volver a meterse en el armario para idolatrar las sagradas formas de ánfora del cuerpo femenino.


Y bien. Por fin ya conocen el misterio de las mujeres rana. Espero que me disculpen. Tengo que ir a por los prismáticos. Justo ahora está trepando una con el traserito de color butano. Joder!!! Maldito Síndrome de la Iguana!!!